Péndulo de ojo de tigre
Péndulo de ojo de tigre
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Ojo de Tigre
Por lo general descuidado, el Chakra del Ombligo es uno de los más importantes debido a que es el canal por el que, poco a poco, va ingresando el Alma al individuo que se está gestando. Es en el ombligo donde se encuentra el registro que indica que el Alma construyó el cuerpo físico a través del cordón umbilical, el lazo que une al bebé a la placenta de la madre y, si bien al nacer este cordón se corta en el plano físico, la unión con los planos sutiles de ambos persiste. Es decir, hasta cerca de los diez años el niño está protegido dentro del campo áurico de la madre y es recién a partir de esa edad cuando empiezan a desarrollarse sus propios chakras. Por ende, la falta de energía en el Chakra del Ombligo podrá ocasionarle sensación de desprotección, soledad, carencia y desamparo.
El ombligo es el contacto inicial con la vida. A través del ombligo se despierta el poder de nutrirnos y recibir alimento. Una vez cortado el cordón umbilical en los planos sutiles, es el momento de que finalmente se convierta en el Cordón de Plata que nos unirá directamente con la Madre Divina. De esta manera, el Chakra del Ombligo sostendrá el lugar sagrado para que nuestra esencia divina, es decir, la energía de nuestra Alma, se asiente y pueda plasmarse.
Y aquí es donde entra en escena el Ojo de Tigre, una piedra maravillosa que moviliza un volumen considerable de energía tanto femenina yin como masculina yang; con la primera nos sentimos acogidos y seguros, mientras que con la segunda podemos manifestar lo que somos y enraizarnos desde un nuevo aspecto de la vida.
En resumen, el Ojo de Tigre canaliza la energía del marrón (Madre Tierra) y del dorado (Sabiduría), uniendo delicadamente el Chakra del Ombligo con el de la Corona, a la vez que despierta, sostiene y concreta la energía de la Sabiduría en la realidad física.
Gemológicamente, el Ojo de Tigre es un agregado de cuarzo y silicatos fibrosos que le dan su apariencia tan particular, con bandas paralelas alternas marrones y doradas que emiten sus reflejos de forma distinta según el ángulo de inclinación de la piedra, y con un brillo sedoso que es su característica principal, a la que se ha dado en llamar “chatoyance”, dando la sensación de movimiento interno.